Como bien se recordó en el anterior post, este blog tiene como objetivo recordar las viejas andanzas ahora que parece que somos hombres de bien y dejar para la posteridad todos los pasos que demos de ahora en adelante. Pues bien, introduciendo futuras secciones como Qué fue del colegial...; Grandes andanzas por el cmd, hoy el caso de...; Nos cuentan que...; y Grandes relatos.
Bueno pues ahí va el primer gran relato. Contexto: aeropuerto de Son Sant Joan. 18 horas del lunes 15 de agosto. Mar y yo nos disponemos a pasar cerca de cuatro horas de espera en el bar de la puerta D63 para embarcar rumbo a Madrid. Como el tiempo transcurre muy despacio y el estómago apretaba de lo lindo, decidimos tomar un pequeño bocado, muy "baratito" eso sí. Y los minutos comienzan a desfilar por el reloj y vemos aterrizar y despegar a aviones de bajo coste tipo Air Berlin, Easy jet, Spanair o de líneas tradicionales como Iberia. Cuando nos hartamos de mirar a los avioncitos pasamos a la fase del periódico. Lo malo es que venía ya requeteleído así que no nos consuela por mucho tiempo. Oye, que tenemos el mp3! Hombre, haberlo pensado antes! Y en tres segundos estamos pasando el tiempo pero de una manera mucho más musical. También tenemos nuestros momentos para fijarnos en los personajes que pueblan la puerta de embarque: los típicos guiris alemanes con sus camisetas con mensajes sexuales explícitos; las cuatro amigas que vuelven con cara de no haberse comido una sola rosca y demás estampas familiares. Y en estas que vemos para nuestra alegría que apenas quedan cinco minutos para empezar a facturar. Y entonces, solo en ese instante, se me ocurre hacer la siguiente pregunta: ¿Dónde está la maleta de mano que llevaba? Minutos de pánico que son seguidos de un recuerdo: la maleta pasó el control. Corro rápidamente al puesto de control, donde me atiende un guardia civil (sirva esto para decir que se portaron genial conmigo) y comenzamos la búsqueda de la maleta. A todo esto, Mar me llama cada treinta segundos para avisarme de que la fila de pasajeros avanza hacia el interior del avión y que el comandante no tiene ningún interés en retrasar el vuelo cinco o diez minutos.
Tras inspeccionar los almacenes del puesto de control, llamo a Mar y le pido que pregunte en el bar si alguien ha visto la maleta. Bingo! La maleta fue vista en el bar y tras permanecer en él cerca de media hora, un camarero avisó a la guardia civil que se la llevó. Le doy los últimos datos al guardia civil que tengo junto a mí y sirge la pregunta: a qué compañero se la ha dado? El camarero se ve desbordado por tan difícil cuestión. solución: nos montamos en un cochecito y vamos a la puerta de embarque. Imaginaros la escena yo con mis periódicos con cara de susto junto a un guardia civil en un cochecito por el aeropuerto. Llego al bar y a los cinco minutos tenemos una buena noticia. Identificado el guardia civil que se llevó la maleta. Pero una mala noticia. La maleta se encuentra en las oficinas centrales, situadas en la otra punta. Decidimos que por si acaso, Mar se queda en la fila y se monte al avión y me da mi tiquet de embarque. Salimos disparados en el cochecito y llegamos al puesto de control. Y como resulta que la devolución de la maleta requiere de un documento, mi acompañante me reconoce que no puede extenderlo por lo que avisa a su superior. Tras dos minutos y tres llamadas de Mar avisándome de que el avión está a punto de cerrar las puertas, salgo en el cochecito camino de las oficinas centrales. Cuando llegamos me encuentro con que, efectivamente, hay que redactar un documento, lo que rebaja mis opciones de coger el avión. Y no solo porque le resulta complicado poner mis apellidos, sino porque la impresora no funciona y el papel impreso no sale.
El guardia civil se ofrece amable a llevarme y cuando voy de vuelta a la puerta de embarque me doy cuenta de que tengo la tarjeta de embarque de Mar. Llegamos y le preguntamos al personal de tierra si puedo subir. Me señalan al cristal y veo como un avión inicia las maniobras de despegue. Pongo cara de póquer y pido una solución. Me dicen que vuelva a facturación y que lo intente. Me despido del guardia civil, le doy las gracias y me dirijo por salidas a la entrada del aeropuerto. tras hablar con un encargado de la venta de billetes me llevan al jefe de supervisión. Le explico mi caso: tengo el billete de mi novia pero ella se ha montado porque he perdido una maleta que la tenía la guardia civil y no he cogido el avión por dos minutos. No sé si me cree o me ve la cara de desesperación, pero hace las gestiones y me consigue un billete para las seis y media de la mañana.
Así que busco una fila de asientos libres, pongo los diarios por almohada, extiendo mi cuerpo y me dispongo a pasar una noche en Son Sant Joan. A todas estas, Mar tiene un autobús para Santander a las doce y media. A las once y cuarto recibo una llamada suya: ya he llegado voy a por el equipaje. A los diez minutos recibo otra: estoy aquí pero la cinta no funciona. 23.35, empiezan a salir las maletas. 23.45, quedamos tres personas por conseguir nuestro equipaje. 23.45 me han perdido el equipaje. Rápidamente, se dirije a la oficina de Iberia para reclamar la pérdida del equipaje y sale corriendo a por un taxi. Barajas a las 23.55, parada de taxis: una fila de 20 personas esperan. Hago las cuentas y no sé si Mar llegará a tiempo. Por suerte, la fila se desatasca y consigue un taxi. A las 00.15 llega a Avenida América. Se monta a tiempo en el autobús. Y esbozo una sonrisa en mi rostro, mientras estiro los pies dos asientos más allá y me acurruco con un fino jersey de lana. Suenan los tardíos avisos de embarque. Miro hacia arriba y trato de dormirme. Quién me iba a decir que acabaría por culpa de dos maletas durmiendo en Son Sant Joan.